jueves, 30 de agosto de 2012

BURGOS

BURGOS

La primera impresión que se lleva uno de Burgos es su bellísima Catedral dominando la ciudad y su esencia: Gótica, señorial y laboriosa. A su alrededor se extiende un casco antiguo perfectamente conservado, donde aún se pueden apreciar las murallas.
En ella se respira la herencia de glorias pasadas, y el burgalés, sobrio y risueño al mismo tiempo, se presenta encantador y amigable.



Su antigua y rica historia ha forjado en piedra algunas de las más sorprendentes maravillas de la arquitectura española, no en vano, aquí encontramos la semilla de Castilla, origen de lo que es hoy España. En Burgos nació el conde Fernán González, fundador del condado y posteriormente reino castellano y el Cid, héroe nacional, que campó contra los moros en época de Reconquista. Y si de todo esto no hubieran quedado tan imponentes castillos y monasterios, podríamos pensar que todo es leyenda. Pero la historia se renueva ante nuestra sorpresa cuando en estos sobrecogedores parajes, encontramos la huella de los personajes de que tanto habíamos leído, recordando esta visita como algo entrañable e inolvidable.




El Arco de Santa María es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Burgos. Una de las antiguas doce puertas de acceso a la ciudad en la  Edad  Media, comunica el puente de Santa María, sobre el río Arlanzón, con la plaza del Rey San Fernando, donde se yergue la Catedral.

Para empezar, un recorrido por las calles y las iglesias de la ciudad nos descubre la sensibilidad y la belleza de la obra de artistas del calibre de Gregorio Fernández, Juan de Juni, Pedro Berruguete o Gil de Siloé, con sus vírgenes, cristos y demás conjuntos de la pasión de Cristo.
Aunque durante la Semana Santa la motivación que predomina es la religiosa, también en estos días pudimos disfrutar de otro tipo de manifestaciones turísticas, como la oferta gastronómica y enológica; y la de Burgos, sin duda, es de muy alto nivel.
Para tapear, tanto de día como de noche, las calles que rodean la Plaza Mayor, en el centro histórico, resultan ideales. Para pinchos diferentes y muy originales. Y todo ello sin olvidar la excelencia de los vinos de la zona, donde predominan los Ribera del Duero entre otros.



Calle de San Lorenzo, una de las más emblemáticas de la ciudad para la práctica del  tapeo.



La Semana Santa en Burgos, es una clara representación del profundo sentimiento arraigado en el pueblo burgalés, que se traduce en el lento e impresionante transcurrir de pasos y cofrades. está marcada por su intenso carácter religioso, que alcanza su mayor representación con la celebración de las solemnes procesiones. Es entonces cuando la ciudad se ve invadida por una profusión de capirotes, imágenes, entorchados y tambores que arrastran a la calle a los devotos burgaleses y a todos aquellos que quieran compartir estos vibrantes momentos.
La mayoría de las cofradías y hermandades burgalesas que salen en procesión, dieciséis en total, tienen su origen en la Edad Media y en los oficios o gremios a los que estaban asociados. Así se puede encontrar cofradías de plateros, curtidores o yeseros, aunque también se asociaban por otros motivos, como ser nobles, clérigos o capellanes.


Son días de hondo sentimiento, en las que los pasos procesionales y las celebraciones litúrgicas se ven por toda la ciudad.
La Procesión del Santo Encuentro, que tiene lugar el Jueves Santo, es de una gran tradición en la ciudad
Ya en la tarde-noche del Viernes Santo se desarrolla el mayor desfile procesional, el del Santo Entierro.
La ciudad se llena de capirotes, imágenes, antorchas y tambores que mueven a la devoción y al recogimiento.


El Sábado, siguiendo una antigua tradición, la Virgen de la Soledad recorre las calles que llevan hasta el Palacio de Justicia, donde se libera a un preso.
La Semana Santa burgalesa que recrea la Pasión del Señor, se vive en las calles junto al lento discurrir de pasos y cofrades, mostrando las tallas de los imagineros, iluminadas tenuemente con sabor antiguo y con una sobria belleza y hondo sentimiento espiritual
No es necesario profesar la fe cristiana para verse arrastrado y sentirse emocionado con esta excepcional y sobrecogedora manifestación que constituye la celebración religiosa de la Semana Santa.


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